Fernando de Hurtado de Chávez, mozo de veinte años, el día 20 de enero de 1711, entró a la iglesia del Sagrario (colindante con la hoy Catedral de Lima), y del altar mayor en una distracción del Párroco se robó el copón de oro con numerosas hostias consagradas para los diversos templos de Lima. Luego se encaminó a la Alameda.
En la mañana del día 31, se descubrió la sustracción, las Autoridades Eclesiásticas deciden cerrar todos los templos de la Capital y suspender la administración de la eucaristía. Lima se quedó sin misas y sin el sacramento de la comunión.
S.E. el obispo D. Diego Ladrón de Guevara, virrey del Perú, echó en persecución del criminal toda una jauría de alguaciles y oficiales.
Lo sorprendente fue que, a pesar de que el agujero estaba lleno de lodo y agua, las hostias que había en el interior estaban limpias.
Sin embargo, la turbación de Fernando fue tanta, que le fue imposible determinar a punto fijo el árbol, cuando un negrito de ocho años de edad llamado Tomás Moya dice: «Bajo ese naranjo vi el otro día a ese hombre».
Las hostias fueron encontradas y el Cabildo recompensó al esclavo con cuatrocientos pesos. El virrey obispo, en solemne procesión, condujo las hostias a la Catedral. Dos años después se construyo allí el Templo de Santa Liberata. El altar mayor se ubica sobre el agujero donde fueron encontradas las hostias.
Se le denominó a la edificación religiosa el nombre de Santa Liberata, por ser la patrona tutelar del pueblo natal del virrey, la ciudad Española de Sigüenza.
El vecindario contribuyó para la inmediata construcción de una capilla en el sitio donde se encontraron las hostias.
Imagen y Reseña de Hermandad del señor Crucificado del Rímac .